Un poema es la proyección de una idea en palabras a través de la emoción.

La emoción no es la base de la poesí­a:

es tan sólo el medio de que la idea se sirve para reducirse a palabras.

Ricardo Reis, a propósito del arte de Álvaro de Campos

2005-04-29

Como anónima aportación incorporo este texto de Manuel Ballesteros, para sacarlo de las notas al margen.
Agradezco -cómo no- tu colaboración. Me emociona este juego que, no sólo tú, propones, con el diálogo en este cuaderno, oculta la identidad.
Resulta atractivo tratar de descubrir quién se esconde detrás de cada palabra dejada aquí. Por ese motivo no os reclamo que desveléis -cuando así lo estiméis oportuno- vuestra identidad. Me basta con leer vuestras notas, dejadas subrepticiamente, para constatar y sentir que estáis ahí, queriendo compartir lo que nos salva de la tragedia de ser creaturas animales.
Por eso, juguemos, también tú -E-, recuperemos el encuentro junto a una taza de café, al calor de la compañía, mientras, fuera pero muy cerca, continúa lloviendo.
Después saldremos a pasear por la ciudad bajo las tenues luces de las estrellas, o las trémulas gotas de lluvia que persisten.

Gracias por continuar escuchando estas palabras y compartiendo estos sentimientos.



Las casas abandonadas son de todos

los que las vemos al pasar. Nos hablan
desde su orilla extraña los jardines
en que abundan las zarzas; la memoria
es una herida en la maleza y, quieta,
flota la niebla del pasado. Al borde,
al borde mismo del camino, en esa
pequeña encrucijada en que el semáforo
siempre obliga a parar, está la casa,
revestida de harapos, en silencio:
la casa abandonada en la penumbra,
con sus verjas cansadas que se apoyan
igual que dos ancianas, una en otra.

Dentro, en la oscuridad, hay un espejo

que brilla inmóvil, frío, muy extraño,
como un recién nacido o como un muerto
que se acabase de morir y nadie
sabe explicarse qué hace allí, qué hace
colgado en la pared y recogiendo
en su rostro de plata, inexpresivo,
la luz de fuera y el hedor de dentro.

Delante de la casa, ajenos, pasan

los coches a diario y el azogue
va reflejando sus siluetas, sombras
desatinadas ya,pues no hay memmoria,
no hay nadie en el espejo, ni en la casa:
no hay nadie que conserve o que mantenga,
que impulse o que genere, que produzca
frutos dulces o amargos. Y comienzan
las dunas del desierto en esta casa
abandonada que mantiene aún,
en pie, su corpulencia y está ciega.
Ciega y sin alma ya, ciega y sin gente,
derribadas sus puertas y expedito
para la lluvia el paso y para el tiempo.

Y hay un boquete en el tejado, un hueco

por el que llueve dentro y al que asoman
las vigas quebrantadas mientras llueve.
Y llueve siempre fuera y llueve dentro
y llueve dentro de la casa y llueve.

Y habrá quien, al pasar, pregunte dónde,

dónde y por qué y de qué manera y cuándo
y qué hace aquí esta casa, abandonada,
dejada así morir, mientras se pierde
para siempre su aroma. Dónde están
los hijos de estos muertos, qué perjurio
se ha cometido aquí, qué sacrilegio,
cuánta infidelidad, qué desmemoria.

Y detrás de la puerta se oye el ruido

del desierto incansable que amontona
arena en sus carruajes para el día
del asalto final, cuando la casa,
por fin, se venga abajo, para cuando
se hunda, como un buque, sin dejar
ni el más mínimo rastro en la perfecta
superficie del mar, ancha, brillante.


Manuel Ballesteros Las casas abandonadas

1 Opiniones:

Anonymous Anónimo opina lo siguiente:

si ke es cierto ke las casas, lss viviendas abandonadas son un poco de todo el ke pasa.......pero solo los ke en ellas vivieron tienen recuerdos, sienten cuando vuelven por los rincones, por lo ke un dia fueron huertos, por la orilla del rio bordeando los chopos, sienten y huelen lo ke un dia fue y aunke kisieran nunca sera.......

viernes, abril 29, 2005  

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